El desafío de
pensar nuevas formas de transmisión del
conocimiento se está desarrollando en forma vertiginosa. La celeridad de las
transformaciones tecnológicas, la aparición de dispositivos variados y diferentes plataformas, la rápida convergencia
de las tecnologías, disparan
proposiciones que hubiéramos considerado absurdas e imposibles hace poco
tiempo.
Acerca del rol de
los maestros, si podrán/deberán continuar siendo los formadores de sus alumnos,
no es solo un problema del conocimiento. Va mucho más lejos, y puede tener
inesperadas consecuencias. Desde enamorarse del robot y despertar emociones en
las personas, hasta ser una solución barata de reemplazo del profesional
docente. Cabría analizar dicha profesión,
ya que hace años se ha convertido en una profesión masivamente femenina, con una
marcada pérdida de prestigio social. Y esto podría profundizarse con “recetas”
como la que encontró Corea para satisfacer el aprendizaje de inglés de sus
alumnos.
Hay que recordar
que la Revolución Industrial
tuvo en sus inicios un movimiento de protesta denominado “ludistas” (luddism),
quienes apostaban a destruir las máquinas, para no quedar fuera de los empleos.
Hombres si, máquinas no, fue la consigna, alrededor de 1820, en Inglaterra.
Los docentes
coreanos ¿acordarán con esta política educativa de sus autoridades? Y ¿que
pensarán los filipinos, la mano de obra barata?
El tema es multidimensional,
pese a que está tratado con una mirada economicista.
La mirada desde la
demanda, que plantea la “pena” de algunos adultos que sufren vergüenza por su
mala pronunciación del idioma, no me parece un motivo razonable. En todo caso,
en mi opinión desnaturaliza el vínculo interpersonal del aprendizaje, matriz
central de la transmisión del conocimiento.
Las instituciones
enseñantes de idiomas no abundan en los países de menor desarrollo, y la práctica
de estos profesores a veces deja bastante que desear. Pronunciación, riqueza de
vocabulario, conocimiento de aspectos culturales, son también parte de la
enseñanza de idiomas, o ‘segunda lengua’ que ningun robot podrá transmitir como
un humano.
Por supuesto, hay un
largo camino por transitar y muchos e importantes escollos para superar. Uno de
ellos es vencer los temores de los docentes de ser "desplazados" por
las máquinas, y asumir el gozo de un nuevo modo de conocimiento. Además,
recordar que el clima de las instituciones no es sólo una cuestión de
tecnología y organización, sino de ‘humores’ y ‘amores’ que se constituyen al
calor de sentimientos como la indiferencia, el descreimiento, el temor pero también
del descubrimiento de nuevas estéticas y de la potencia de la identidad
colectiva.